Autora: Francesca Zaniboni

English translation : Martina Pozzi
Traduction en français : Claudia Vona
Traducción en español : Ilenia Montana

 

Como ya les he contado a mis compañeros de trabajo, ser intérprete siempre ha sido mi sueño.

La primera vez que se me ocurrió la idea fue a los once años, y al igual que muchos, creía que con conocer bien un idioma era suficiente.

 

Pues, estaba equivocada.

 

En la universidad he aprendido que eso sólo es la base.

Mi primer obstáculo fue la traducción a simple vista: claro está, no es nada fácil leer mentalmente un texto en un idioma y repetirlo a la vez en otro idioma. Pero eso no es nada con respecto a la interpretación consecutiva o simultánea.

Cada técnica necesita horas y horas de práctica para sólo empezar a hacerse con los fundamentos.

En específico, para la consecutiva (los del sector le decimos “cons”) hay que aprender a tomar notas de un discurso sólo a través de sus componentes principales. Por ello, cada intérprete busca desarrollar su propio código de símbolos de consecutiva que poco a poco llega a ser a pleno título “otro idioma” que sólo su autor (ósea el intérprete) consigue entender. ¡Vamos, qué hasta Tolkien estaría orgulloso!

La simultánea es otro mundo. Hay quienes la aman y quienes la odian. Sin duda, es la técnica más agotadora porque requiere una atención constante y no deja tiempo para pensárselo bien antes de traducir. Además, nunca se sabe si el ponente decidirá terminar una frase o si se enrollará como una persiana, si hablará más rápido que Speedy Gonzales o despacio como un perezoso. Y no hablemos de los números que escribir enseguida para que no se te vayan.

 

Fueron necesarios dos años de Máster de Interpretación de Conferencias para hacerse con las diferentes técnicas y nuestro trabajo va mucho más allá.

¿Y cuándo nos proponen interpretar en una conferencia de medicina? Evidentemente no es un tema que tratamos diariamente ni en nuestro idioma nativo (a no ser que tengamos como pasión contar los triglicéridos), así que imaginarse en un idioma extranjero. Otras veces nos contratan para trabajar en catas de vino con sumilleres que hablan de vinos exclusivos o en negociaciones de ingeniería porque, como me han dicho a veces, sólo “hay que traducir lo que se dice”.

Muchos creen que nacemos intérpretes. Lo siento, no estoy de acuerdo. Por eso, es imprescindible contratar a un profesional.

 

Demasiadas veces me ha pasado ser el segundo plato.

Antes de contactar a un intérprete (que sí vale dinero) los clientes suelen preguntar al amigo que habla bien inglés por haber vivido en Londres, a la prima que estudia en la Facultad de Lenguas o incluso a gente al azar (léase aquí). ¿El resultado? Quedarse luego decepcionados al ver que no son capaces de lidiar con una consecutiva sobre la eliminación de residuos radiactivos, por no hablar de un trabajo en susurrada. No es raro que dichos intérpretes improvisados se vayan llorando después de media jornada de “trabajo” y no quieran volver al día siguiente.

Este riesgo no existe si se contrata a un profesional, las razones son muchas.

 

La formación

Primero, un intérprete profesional está respaldado por años de formación técnica real que termina con un título de Máster de Interpretación de Conferencias. Un intérprete improvisado no cuenta con nada de todo aquello. Las capacidades adquiridas a lo largo de la educación y perfeccionadas con la práctica reducen básicamente a cero las posibilidades que el “traductor” deje plantado al cliente.

 

Los vocablos

Nuestra formación va más allá del aprendimiento de las técnicas específicas para interpretar; incluye también aquellas que nos permiten memorizar rápidamente nuevos vocablos. Ello explica cómo un profesional puede pasar de una conferencia sobre aneurismas aórticos a otra sobre energía nuclear sin (casi) inmutarse.

¡Cuidado! NO hemos nacido omniscientes y NO es suficiente con traducir lo que dice el orador: tenemos que estudiar, leer, documentarnos, encontrar la traducción perfecta de términos específicos y crear glosarios interminables. Incluso para trabajar en un evento muy breve son necesarias horas de preparación y por ello el cliente debería contratar al intérprete con mucha antelación para que tenga suficiente tiempo para estudiar y por ende ofrecer el mejor servicio posible. Por cierto, lo siento pero no: media jornada de preaviso no se considera “suficiente tiempo”.

 

El trabajo propedéutico

Según cuenta la leyenda, el intérprete es un ser mitad mujer (o hombre) y mitad RAE que comprende todo el conocimiento humano.

Puede que sea la impresión que damos ya que durante toda la conferencia el intérprete profesional tiene que ser experto tanto como el orador. Es cierto, traducimos palabras. Pero para hacerlo bien tenemos que conocer de qué hablamos: conexiones, causas, consecuencias, literatura base, quién ha hecho qué y cuándo. ¿Haría lo mismo un intérprete improvisado? ¿Dedicaría días y días para prepararse escrupulosamente?

Mi experiencia directa me dice que no. Nadie sabe cuánto trabajo propedéutico existe para una interpretación excelente. Este desconocimiento lleva muchos a elegir personas no cualificadas.

 

La presión psicológica

Último pero no menos importante es el factor mental. Puede parecer secundario pero intentemos recordar la sensación que probábamos en el insti cuando teníamos que exponer delante de todos: la voz incierta, las manos temblando, el sudor frío. Durante una conferencia nuestro público es mucho más amplio y, sin duda alguna, más interesado de nuestros compañeros de clase.

Un profesional sabe cómo manejar el estrés de la cabina o el miedo escénico de una consecutiva. Además, sabe cómo dirigirse a los oradores e invitados extranjeros y está listo para seguirles siempre con discreción para satisfacer todas sus necesidades lingüísticas.

A pesar de nuestros límites, también sabemos enfrentarnos a lo no planeado pero sobre todo sabemos lo que necesitamos para mejor desempeñar nuestro trabajo y ofrecer un servicio de calidad. De la experiencia aprendemos a prever todo lo que podría pasar; de nuestra formación sacamos las herramientas para solucionar lo que pueda surgir. ¡Confíen en mí! Eso es justo lo que nos distingue de los intérpretes no profesionales.

 

A esta altura, puedo afirmar que la cuestión ya está solucionada: intérpretes no nacemos, llegamos a serlo.

 

¿Te ha gustado este artículo?

Te podría gustar también:

Necesito un intérprete: ¿Y ahora qué?

Organización de eventos internacionales: 10 trucos para sobrevivir

Negociaciones comerciales internacionales: ¿porqué un intérprete es fundamental?

Los puntos críticos de la interpretación y cómo lidiar con ellos a la hora de la colaboración entre cliente e intérprete

o